Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray
GÁRGOLA

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789872121389

'Con frecuencia, al volver a su casa después de alguna de aquellas prolongadas y misteriosas ausencias que provocaran tan extrañas conjeturas entre sus amigos -o que por tales se tenían- subía a paso de lobo la escalera hasta la cerrada habitación, abría la puerta con la llave que nunca le abandonaba, y allí, en pie frente al retrato obra de Basil Hallward, con un espejo en la mano, miraba alternativamente el rostro perverso y envejecido del lienzo y la faz joven y hermosa que le sonreía desde el cristal. La misma violencia del contraste avivaba su deleite. Cada día se sentía más enamorado de su propia belleza, más interesado en la corrupción de su alma. Examinaba con minucioso cuidado, y a veces con un deleite monstruoso y terrible, los surcos odiosos que estigmatizaban la frente contraída o crispaban los labios bestiales, preguntándose cuáles eran más horribles, si las huellas de la edad o las señales del vicio. Colocaba sus manos blancas y tersas junto a las horrendas manos hinchadas del retrato, y sonreía.

El retrato de Dorian Gray

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'Con frecuencia, al volver a su casa después de alguna de aquellas prolongadas y misteriosas ausencias que provocaran tan extrañas conjeturas entre sus amigos -o que por tales se tenían- subía a paso de lobo la escalera hasta la cerrada habitación, abría la puerta con la llave que nunca le abandonaba, y allí, en pie frente al retrato obra de Basil Hallward, con un espejo en la mano, miraba alternativamente el rostro perverso y envejecido del lienzo y la faz joven y hermosa que le sonreía desde el cristal. La misma violencia del contraste avivaba su deleite. Cada día se sentía más enamorado de su propia belleza, más interesado en la corrupción de su alma. Examinaba con minucioso cuidado, y a veces con un deleite monstruoso y terrible, los surcos odiosos que estigmatizaban la frente contraída o crispaban los labios bestiales, preguntándose cuáles eran más horribles, si las huellas de la edad o las señales del vicio. Colocaba sus manos blancas y tersas junto a las horrendas manos hinchadas del retrato, y sonreía.