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Stefan Zweig
JOSEPH FOUCHÉ: RETRATO DE UN HOMBRE POLÍTICO
GODOT
Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9786316532299
No correríamos riesgo de exagerar si dijéramos que Joseph Fouché probablemente haya sido uno de los personajes más emblemáticos y controvertidos de la historia. Es notable cómo, a lo largo de los años, pasara lo que pasara, siempre era Fouché el que quedaba a flote. Ambicioso, deseoso de poder, frío, apoyó la Revolución Francesa de 1789 y se unió a los girandinos, que en ese momento eran mayoría. Cuando Maximilien de Robespierre entra en escena, los intereses de Fouché se desplazan y se adhiere a los jacobinos. Pasa de ser un monáquico moderado a un jacobino radical. En el Comité de Salvación Pública, vota a favor de la ejecución de Luis XVI. En 1794, Fouché es quien envía a Robespierre a la guillotina. Después de tres años de ostracismo, Fouché se convierte en ministro de Policía, desde donde construye una red de espionaje en toda Francia, que le permite propiciar el golpe de Estado que termina con Napoleón Bonaparte en el poder. En todo momento de la historia, hasta su muerte en 1820, Fouché logró acomodarse para siempre salir airoso. Y eso incluye burlar a las autoridades que lo querían llevar preso al escapar, cual serie hollywoodense, a través de una ventana mientras los policías esperaban que saliera del baño. La historia ha relegado tranquilamente a la última fila de las figuras insignificantes a un hombre que dirigió a todos los partidos de una revolución mundial y fue el único en sobrevivirlos, que derrotó a un Napoleón y a un Robespierre en un duelo psicológico. Hoy, nuestro tiempo quiere y ama las biografías heroicas, porque de su propia pobreza de líderes políticamente creativos busca ejemplos superiores en el pasado. No niego el poder expansivo del alma, fortalecedor y espiritualmente edificante de las biografías heroicas. Han sido necesarias para cada generación naciente y cada nueva juventud desde los tiempos de Plutarco. Pero es precisamente en la esfera política donde encierran el peligro de falsificar la historia, es decir, como si las verdaderas naturalezas dirigentes hubieran determinado siempre el destino real del mundo.
JOSEPH FOUCHÉ: RETRATO DE UN HOMBRE POLÍTICO
Stefan Zweig
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No correríamos riesgo de exagerar si dijéramos que Joseph Fouché probablemente haya sido uno de los personajes más emblemáticos y controvertidos de la historia. Es notable cómo, a lo largo de los años, pasara lo que pasara, siempre era Fouché el que quedaba a flote. Ambicioso, deseoso de poder, frío, apoyó la Revolución Francesa de 1789 y se unió a los girandinos, que en ese momento eran mayoría. Cuando Maximilien de Robespierre entra en escena, los intereses de Fouché se desplazan y se adhiere a los jacobinos. Pasa de ser un monáquico moderado a un jacobino radical. En el Comité de Salvación Pública, vota a favor de la ejecución de Luis XVI. En 1794, Fouché es quien envía a Robespierre a la guillotina. Después de tres años de ostracismo, Fouché se convierte en ministro de Policía, desde donde construye una red de espionaje en toda Francia, que le permite propiciar el golpe de Estado que termina con Napoleón Bonaparte en el poder. En todo momento de la historia, hasta su muerte en 1820, Fouché logró acomodarse para siempre salir airoso. Y eso incluye burlar a las autoridades que lo querían llevar preso al escapar, cual serie hollywoodense, a través de una ventana mientras los policías esperaban que saliera del baño. La historia ha relegado tranquilamente a la última fila de las figuras insignificantes a un hombre que dirigió a todos los partidos de una revolución mundial y fue el único en sobrevivirlos, que derrotó a un Napoleón y a un Robespierre en un duelo psicológico. Hoy, nuestro tiempo quiere y ama las biografías heroicas, porque de su propia pobreza de líderes políticamente creativos busca ejemplos superiores en el pasado. No niego el poder expansivo del alma, fortalecedor y espiritualmente edificante de las biografías heroicas. Han sido necesarias para cada generación naciente y cada nueva juventud desde los tiempos de Plutarco. Pero es precisamente en la esfera política donde encierran el peligro de falsificar la historia, es decir, como si las verdaderas naturalezas dirigentes hubieran determinado siempre el destino real del mundo.
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